Los estudios sobre la Antigüedad cuentan con una larga tradición en la cultura occidental que se remonta, cuando menos, al Renacimiento. Fue precisamente a partir del siglo XVIII cuando comenzaron a definirse una serie de disciplinas que, si bien poseían un objeto propio de conocimiento, atendían también en buena medida al estudio de la Antigüedad. Entre estas especializaciones se incluían la Filología, la Historia, la Arqueología, la Epigrafía, la Numismática y la Paleografía y, en el conocimiento de sus períodos antiguos, la Filosofía y la Historia del Arte. Todas ellas habrían de formar a principios del siglo XIX las Ciencias de la Antigüedad y, así, se acuñó precisamente durante la primera mitad del siglo XIX (F.A. Wolf en 1824) el propio término de Ciencias de la Antigüedad o Altertumswissenschaft, para definir a este conjunto de disciplinas que constituía la base para el estudio integral de la Antigüedad. A lo largo del siglo XIX se crearon también en las grandes universidades europeas los estudios dedicados a la Antigüedad (Classics, Altertumswissenschaft) y se diferenciaron asimismo sus distintos ámbitos culturales de estudio: Oriente, Egipto, Grecia y Roma. Éstos se desarrollaron en momentos distintos a lo largo de esta centuria en función básicamente del grado de conocimiento arqueológico; de este modo, es curioso observar cómo la Historia de Grecia, Egipto y Oriente (Mesopotamia) se desplegaron a lo largo del siglo XIX gracias a la práctica de excavaciones en lugares hasta entonces casi inaccesibles por motivos políticos, mientras que la Historia de Roma se llevaba cultivando en Italia desde el siglo XIV al menos, debido a la cantidad y cercanía de las fuentes, tanto literarias (textos) como materiales (inscripciones, monedas, objetos).


Sin embargo, a la vez que se creaban estudios y departamentos consagrados a las Ciencias de la Antigüedad, se comenzó también a desintegrar la colaboración entre las mismas a medida que se imponía una metodología positivista y se profesionalizaban las distintas ramas de conocimiento, como queda bien reflejado en la autonomía de las distintas disciplinas en la Universidad: Historia Antigua, Filología, Arqueología, Epigrafía, Numismática, etc. Afortunadamente, esta autonomía empieza a considerarse por algunos no completamente deseable, por lo que comienzan ya a surgir estudios interdisciplinares que tienden a presentar la Antigüedad como un prisma con todas sus facetas. Es precisamente ésta la idea matriz que se persigue con la creación del ICCA-UAM: desde el respeto a la especificidad de cada una de ellas, el avance en una investigación y metodología interdisciplinarias, que reúna a los profesores e investigadores que, sobre todo en la UAM, tienen como finalidad el estudio y conocimiento de la Antigüedad en sus diferentes ámbitos culturales (Oriente, Egipto, Grecia, Roma y la Península Ibérica en la Antigüedad) y áreas de investigación (Historia antigua, Historia del arte, Filología, Arqueología, Filosofía, Geografía y Ciencias y Técnicas Historiográficas).